Alguna vez cuando viajaron en colectivo, ¿nunca tuvieron esas ganas de que el viaje sea eterno? ¿De no querer llegar a tu destino?, bueno con ese sentimiento es como empieza este relato.
Como todos los días volvía de la facultad a mi casa, un poco agotado y malhumorado, solo con ganas de sentarme y no hablar. Busque el asiento del fondo, ese que esta del lado de la ventanilla y detrás de la hilera de asientos individuales; y sin dar mas vueltas me senté. Caía la tarde en la ciudad pero el sol parecía que quería brillar un poco más, así que apoyé la cabeza en el vidrio y lentamente empecé a cerrar lo ojos. Mientras el colectivo tomaba mas velocidad yo sentía como el viento me chocaba en la cara. Creo que en algún momento de trayecto el ómnibus paso por un parque porque sentí ese aroma tan propio del pasto recién cortado y con ese olor a naturaleza, el sol picando en la cara y el viento despeinando es muy fácil que a uno se le dibuje una pequeña sonrisa y se olvide un poco de los problemas.
Pero fue muy efímero es instante de paz, enseguida un viejo barbudo, de saco marrón, sombrero negro y con olor perro a mojado, se sentó al lado mío haciendo movimientos muy exagerados. No le di mucha importancia y seguí mirando por la ventana para volver a mi estado de paz. Pasaban los minutos y una vez mas la noche le ganaba la pulseada al día y el viejo que buscaba algo en una bolsa blanca me pregunto:
-Muchacho, ¿ Sabes si este colectivo me lleva a la estación de tren?.- dijo el viejo en un tono amable mientras revolvía su bolsa y luego levantaba su vista para verme a los ojos.
-Mmmm… creo que este no, es el otro ramal.- le conteste mientras me acomodaba el pelo un poco desalineado a causa del viento.
-Esta bien, igual a donde voy no llega ningún tren, o mejor dicho aun, ningún medio de locomoción.- decía el viejo mientras bajaba la vos y me miraba con los ojos muy abiertos.
-Uuufff... ¿Y como piensa llegar?.- le pregunte casi bromeando.
-¡Con esto!.- y de su bolsa blanca saco algo que se parecía mucho a una piedra.
-¡¿Con una piedra?!- dije aguantando la risa.
-Si, y si no me crees mira.- El viejo estiro su brazo y arrojo la piedra al medio del pasillo. Apenas la piedra toco el piso, de ella salio una gran luz negra que se encargo de oscurecer todo el colectivo.
Yo, que miraba atónito lo sucedido, pregunte desesperado.
-¡¿Qué paso?!-
-Sshhhh… calma muchacho.- me contesto el viejo con voz tranquila e inmediatamente esa oscuridad que no permitía ver nada fue perdiendo fuerza para que todo vuelva a la normalidad. Pero no estaba todo tan normal, al volver la luz los pelos se me pusieron de punta, cuando note que en el colectivo no había nadie, solo el viejo y yo.
-¡¿Qué hizo?!¡¿Dónde están todos?!- pregunte gritando y con voz temblorosa.
El viejo no contesto, solo se levanto del asiento y caminó hasta la mitad del pasillo para levantar su piedra tan extraña. Yo, paralizado, esperaba una respuesta a todo eso y mientras esperaba veía como el viejo barbudo, de saco marrón, sombrero negro y con olor a perro mojado guardaba la piedra en su bolsa blanca. Al terminar, el viejo por fin dijo:
-Ven muchacho, acompáñame a la puerta, quiero enseñarte algo.-
Casi obligado me levante y me dirigí a la puerta que se encuentra en la mitad del colectivo. El ómnibus estaba detenido en una esquina desierta, no se escuchaba ni el murmullo del viento y al final de la calle, en el horizonte, se podía ver el fin del ocaso.
-Aaahhh….- el viejo suspiro- llegamos.-
-¿Dónde estamos?-
-¿Qué donde estamos? JA!.- el viejo soltó una rizota.- esto muchacho, lo que ves aquí, es el mundo que siempre deseaste.- hizo una pasusa y me miro fijo a los ojos.- un mundo perfecto.-
-No entiendo.- yo estaba totalmente confundido y no sabia si todo eso era una metáfora o que.
-Ooohh vamos muchacho, es muy sencillo.- dijo el viejo algo fastidiado.- ¿Acaso no eras vos el que decía que el mundo era una porquería?, ¿que el mundo giraba en torno al egoísmo y el desprecio?, ¿que las sociedades estaban contaminadas con el germen del dinero? y por sobre todas las cosas, el que decía que el hombre libre no existía, que a su libertad la limitaba un placer ajeno, que siempre vivió y vive esclavizado y enfrentado por sus normas, sus políticas y sus religiones. ¿No eras vos el que pensaba todo eso?- el viejo no despegaba su vista de mis ojos.
-Si pero…- no pude terminar de hablar porque el viejo me interrumpió.
-Entonces si bajas acá, prometo que te encontraras con una realidad totalmente diferente, una sociedad ideal, sin diferencias y sin maldad. Te la ofrezco a vos muchacho, con solo tocar el timbre para que la puerta se abra y poder bajar de este vehiculo, ¿Qué decís?.-
-¿Usted dice que si yo bajo de este colectivo me voy a encontrar con otra realidad distinta?.-
-¿No es eso lo que vos querías? Siempre andabas por ahí diciendo que el mundo no tenía arreglo, que todo estaba perdido, podrido y sin solución.- hizo una pausa y yo asentí con la cabeza.- Bueno entonces esta es tu parada. Además en este lugar ya no vas a tener que preocuparte por esa mujer, esa mujer que tanto te hace feliz y tanto te hace dudar, la que logra que tu corazón se llene de incertidumbre, de miedo y no quiera seguir caminando por el sendero de ese sentimiento tan particular. Aquí solo existe la paz y el bien estar eterno del alma. Solo tenes que apretar el timbre y bajar.-
El viejo dejo de hablar y apoyó su mano en mi hombro y yo baje la vista al suelo e hice una mueca con la boca, esa mueca que la gente hace cuando esta indecisa. Pasado un instante suspire y mire al viejo para darle mi respuesta.
-Soy yo el que al fin y al cabo elige su propio destino, tal vez la decisión no sea la correcta pero prefiero arriesgarme y pelear para que todo sea como lo que alguna vez soñé. Pero cuando piense que todo este perdido y la frustración haga que yo baje los brazos y me deje golpear por la culpa propia de haberme equivocado de camino, voy a aferrarme fuertemente a mi decisión y a usarla como escudo, para ganarle la pelea a la culpa y espantar los miedos que no me dejan seguir. Creo que ya se que camino debo tomar, es acá, este es mi lugar.-
El viejo por primera vez sonrió y luego me dijo.
-Bueno, solo falta que presiones el timbre para bajar.-
Cuando el viejo término de hablar retrocedió unos pasos, dejándome a mí enfrente de la puerta y el timbre. Ya estaba todo decidido y no había marcha atrás, infle mi pecho de aire, mire fijo al fin de la calle y apoye mi mano en el timbre. Pero justo en el momento en que la campanilla sonó un fuerte golpe en la cabeza me hizo cerrar los ojos. Empecé a escuchar sonidos muy familiares alrededor mío y al abrir los ojos otra vez me di cuenta que el colectivo había frenado y mi cabeza, a causa de la flojera del sueño, golpeo contra la ventanilla. Estaba un poco confundido, pero cuando recupere el conocimiento me di cuenta de que nadie se había percatado de mi golpe, toda la gente del colectivo seguía metida en su mundo. Rápidamente mire por la ventana y note que la pulseada ya la había ganado la noche y que me faltaba tan solo media cuadra para bajar. Levante mi mochila y a los empujones llegue a la puerta. Pero antes de tocar el timbre recordé ese sueño tan peculiar y en mi mente resonó la vos de ese viejo barbudo, de saco marrón, sombrero negro y con olor a perro mojado que me decía: -Valiente decisión muchacho… muy valiente-. Sonreí como agradecido a todo ese acontecimiento “vivido” y apreté el timbre para que el chofer abra la puerta y así poder bajar en mi verdadero mundo, el mundo en donde uno escribe su propia historia y uno le pone su punto final.
Como todos los días volvía de la facultad a mi casa, un poco agotado y malhumorado, solo con ganas de sentarme y no hablar. Busque el asiento del fondo, ese que esta del lado de la ventanilla y detrás de la hilera de asientos individuales; y sin dar mas vueltas me senté. Caía la tarde en la ciudad pero el sol parecía que quería brillar un poco más, así que apoyé la cabeza en el vidrio y lentamente empecé a cerrar lo ojos. Mientras el colectivo tomaba mas velocidad yo sentía como el viento me chocaba en la cara. Creo que en algún momento de trayecto el ómnibus paso por un parque porque sentí ese aroma tan propio del pasto recién cortado y con ese olor a naturaleza, el sol picando en la cara y el viento despeinando es muy fácil que a uno se le dibuje una pequeña sonrisa y se olvide un poco de los problemas.
Pero fue muy efímero es instante de paz, enseguida un viejo barbudo, de saco marrón, sombrero negro y con olor perro a mojado, se sentó al lado mío haciendo movimientos muy exagerados. No le di mucha importancia y seguí mirando por la ventana para volver a mi estado de paz. Pasaban los minutos y una vez mas la noche le ganaba la pulseada al día y el viejo que buscaba algo en una bolsa blanca me pregunto:
-Muchacho, ¿ Sabes si este colectivo me lleva a la estación de tren?.- dijo el viejo en un tono amable mientras revolvía su bolsa y luego levantaba su vista para verme a los ojos.
-Mmmm… creo que este no, es el otro ramal.- le conteste mientras me acomodaba el pelo un poco desalineado a causa del viento.
-Esta bien, igual a donde voy no llega ningún tren, o mejor dicho aun, ningún medio de locomoción.- decía el viejo mientras bajaba la vos y me miraba con los ojos muy abiertos.
-Uuufff... ¿Y como piensa llegar?.- le pregunte casi bromeando.
-¡Con esto!.- y de su bolsa blanca saco algo que se parecía mucho a una piedra.
-¡¿Con una piedra?!- dije aguantando la risa.
-Si, y si no me crees mira.- El viejo estiro su brazo y arrojo la piedra al medio del pasillo. Apenas la piedra toco el piso, de ella salio una gran luz negra que se encargo de oscurecer todo el colectivo.
Yo, que miraba atónito lo sucedido, pregunte desesperado.
-¡¿Qué paso?!-
-Sshhhh… calma muchacho.- me contesto el viejo con voz tranquila e inmediatamente esa oscuridad que no permitía ver nada fue perdiendo fuerza para que todo vuelva a la normalidad. Pero no estaba todo tan normal, al volver la luz los pelos se me pusieron de punta, cuando note que en el colectivo no había nadie, solo el viejo y yo.
-¡¿Qué hizo?!¡¿Dónde están todos?!- pregunte gritando y con voz temblorosa.
El viejo no contesto, solo se levanto del asiento y caminó hasta la mitad del pasillo para levantar su piedra tan extraña. Yo, paralizado, esperaba una respuesta a todo eso y mientras esperaba veía como el viejo barbudo, de saco marrón, sombrero negro y con olor a perro mojado guardaba la piedra en su bolsa blanca. Al terminar, el viejo por fin dijo:
-Ven muchacho, acompáñame a la puerta, quiero enseñarte algo.-
Casi obligado me levante y me dirigí a la puerta que se encuentra en la mitad del colectivo. El ómnibus estaba detenido en una esquina desierta, no se escuchaba ni el murmullo del viento y al final de la calle, en el horizonte, se podía ver el fin del ocaso.
-Aaahhh….- el viejo suspiro- llegamos.-
-¿Dónde estamos?-
-¿Qué donde estamos? JA!.- el viejo soltó una rizota.- esto muchacho, lo que ves aquí, es el mundo que siempre deseaste.- hizo una pasusa y me miro fijo a los ojos.- un mundo perfecto.-
-No entiendo.- yo estaba totalmente confundido y no sabia si todo eso era una metáfora o que.
-Ooohh vamos muchacho, es muy sencillo.- dijo el viejo algo fastidiado.- ¿Acaso no eras vos el que decía que el mundo era una porquería?, ¿que el mundo giraba en torno al egoísmo y el desprecio?, ¿que las sociedades estaban contaminadas con el germen del dinero? y por sobre todas las cosas, el que decía que el hombre libre no existía, que a su libertad la limitaba un placer ajeno, que siempre vivió y vive esclavizado y enfrentado por sus normas, sus políticas y sus religiones. ¿No eras vos el que pensaba todo eso?- el viejo no despegaba su vista de mis ojos.
-Si pero…- no pude terminar de hablar porque el viejo me interrumpió.
-Entonces si bajas acá, prometo que te encontraras con una realidad totalmente diferente, una sociedad ideal, sin diferencias y sin maldad. Te la ofrezco a vos muchacho, con solo tocar el timbre para que la puerta se abra y poder bajar de este vehiculo, ¿Qué decís?.-
-¿Usted dice que si yo bajo de este colectivo me voy a encontrar con otra realidad distinta?.-
-¿No es eso lo que vos querías? Siempre andabas por ahí diciendo que el mundo no tenía arreglo, que todo estaba perdido, podrido y sin solución.- hizo una pausa y yo asentí con la cabeza.- Bueno entonces esta es tu parada. Además en este lugar ya no vas a tener que preocuparte por esa mujer, esa mujer que tanto te hace feliz y tanto te hace dudar, la que logra que tu corazón se llene de incertidumbre, de miedo y no quiera seguir caminando por el sendero de ese sentimiento tan particular. Aquí solo existe la paz y el bien estar eterno del alma. Solo tenes que apretar el timbre y bajar.-
El viejo dejo de hablar y apoyó su mano en mi hombro y yo baje la vista al suelo e hice una mueca con la boca, esa mueca que la gente hace cuando esta indecisa. Pasado un instante suspire y mire al viejo para darle mi respuesta.
-Soy yo el que al fin y al cabo elige su propio destino, tal vez la decisión no sea la correcta pero prefiero arriesgarme y pelear para que todo sea como lo que alguna vez soñé. Pero cuando piense que todo este perdido y la frustración haga que yo baje los brazos y me deje golpear por la culpa propia de haberme equivocado de camino, voy a aferrarme fuertemente a mi decisión y a usarla como escudo, para ganarle la pelea a la culpa y espantar los miedos que no me dejan seguir. Creo que ya se que camino debo tomar, es acá, este es mi lugar.-
El viejo por primera vez sonrió y luego me dijo.
-Bueno, solo falta que presiones el timbre para bajar.-
Cuando el viejo término de hablar retrocedió unos pasos, dejándome a mí enfrente de la puerta y el timbre. Ya estaba todo decidido y no había marcha atrás, infle mi pecho de aire, mire fijo al fin de la calle y apoye mi mano en el timbre. Pero justo en el momento en que la campanilla sonó un fuerte golpe en la cabeza me hizo cerrar los ojos. Empecé a escuchar sonidos muy familiares alrededor mío y al abrir los ojos otra vez me di cuenta que el colectivo había frenado y mi cabeza, a causa de la flojera del sueño, golpeo contra la ventanilla. Estaba un poco confundido, pero cuando recupere el conocimiento me di cuenta de que nadie se había percatado de mi golpe, toda la gente del colectivo seguía metida en su mundo. Rápidamente mire por la ventana y note que la pulseada ya la había ganado la noche y que me faltaba tan solo media cuadra para bajar. Levante mi mochila y a los empujones llegue a la puerta. Pero antes de tocar el timbre recordé ese sueño tan peculiar y en mi mente resonó la vos de ese viejo barbudo, de saco marrón, sombrero negro y con olor a perro mojado que me decía: -Valiente decisión muchacho… muy valiente-. Sonreí como agradecido a todo ese acontecimiento “vivido” y apreté el timbre para que el chofer abra la puerta y así poder bajar en mi verdadero mundo, el mundo en donde uno escribe su propia historia y uno le pone su punto final.
Si tengo que pelear por algo en este mundo, va a ser por todas las ilusiones.
by babu